lunes, 1 de marzo de 2010

Miguel Hernández: Obras

Poesía:
Perito en lunas, 1933.
El rayo que no cesa, 1936.
Viento del pueblo. Poesía en la guerra, 1937
Cancionero y romancero de ausencias, 1938-1941
Antología, 1960
El hombre acecha, 1961
Obra poética completa, 1979
24 sonetos inédito, 1986

Teatro:
Quién te ha visto y quien te ve y sombra de lo que eras, 1929
El torero más valiente, 1935
El labrador de más aire, 1937
Teatro en la guerra, 1937
El pastor de la muerte, 1938


Poema elegido:

Guerra

Todas las madres del mundo,
ocultan el vientre, tiemblan,
y quisieran retirarse,
a virginidades ciegas,
el origen solitario
y el pasado sin herencia.
Pálida, sobrecogida
la fecundidad se queda.
El mar tiene sed y tiene
sed de ser agua la tierra.
Alarga la llama el odio
y el amor cierra las puertas.
Voces como lanzas vibran,
voces como bayonetas.
Bocas como puños vienen,
puños como cascos llegan.
Pechos como muros roncos,
piernas como patas recias.
El corazón se revuelve,
se atorbellina, revienta.
Arroja contra los ojos
súbitas espumas negras.

La sangre enarbola el cuerpo,
precipita la cabeza
y busca un hueco, una herida
por donde lanzarse afuera.
La sangre recorre el mundo
enjaulada, insatisfecha.
Las flores se desvanecen
devoradas por la hierba.
Ansias de matar invaden
el fondo de la azucena.
Acoplarse con metales
todos los cuerpos anhelan:
desposarse, poseerse
de una terrible manera.

Desaparecer: el ansia
general, creciente, reina.
Un fantasma de estandartes,
una bandera quimérica,
un mito de patrias: una
grave ficción de fronteras.
Músicas exasperadas,
duras como botas, huellan
la faz de las esperanzas
y de las entrañas tiernas.
Crepita el alma, la ira.
El llanto relampaguea.
¿Para qué quiero la luz
si tropiezo con tinieblas?

Pasiones como clarines,
coplas, trompas que aconsejan
devorarse ser a ser,
destruirse, piedra a piedra.
Relinchos. Retumbos. Truenos.
Salivazos. Besos. Ruedas.
Espuelas. Espadas locas
abren una herida inmensa.

Después, el silencio, mudo
de algodón, blanco de vendas,
cárdeno de cirugía,
mutilado de tristeza.
El silencio. Y el laurel
en un rincón de osamentas.
Y un tambor enamorado,
como un vientre tenso, suena
detrás del innumerable
muerto que jamás se aleja.
Opinión: Miguel Hernández, desde su punto de vista, nos explica que es la guerra, para mí con un gran acierto, pues intenta trasladar al lector la tristeza y el sufrimiento con el que se vive, lo cual consigue.
Es un poema amargo, cuenta al detalle cada escena, te hace vivirla, y sufrirla como lo hizo quien la vivió.

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